miércoles, 11 de diciembre de 2013

Amor en la empresa

Amor corporativo, clave del éxito empresarial


Cuántas veces nos hemos preguntado, observando desde afuera, ¿qué ha logrado hacer esta empresa para ser exitosa? Porque aquella otra, sin embargo, apenas subsiste.



Obviamente los factores pueden ser múltiples, sin embargo una característica común es notoria. Las empresas exitosas están lideradas por profesionales amantes de su trabajo y comprometidos con su gente. El amor desde la “cabeza” de la estructura, que contagia a su equipo, es clave para el crecimiento y expansión de una corporación.

Amar lo que uno hace profesionalmente duplica la productividad. Una compañía integrada por amantes de su empresa y enamorados de sus tareas tiene altísimas probabilidades de liderar el mercado.

La vieja escuela en el que el empleado era un simple “recurso humano” es obsoleta. El “patrón” que no entienda que su gente, su familia corporativa, es un gran tesoro, está condenado tarde o temprano al fracaso. Toda empresa debe promover la sonrisa y el bienestar de su gente para alcanzar mejor productividad.

Hace unos días hablaba con un amigo mega-ganadero. Me comentaba que en su departamento el abigeato es normal y despide constantemente al personal. Interesado en conocer más de su negocio, le dije ¿cuánto gana tu gente y qué le ofreces? Cuando me respondió los sueldos que le pagaba, me dio “bronca” realmente, y le respondí: cómo puede pretender, un señor que se maneja en camionetas de lujo y hace fortuna, tener a los empleados cuasi esclavos con sueldos de hambre, y viviendo en un retiro de la estancia con todo tipo de carencias…Es lógico que el personal, completamente desmotivado y con nada de amor hacia su jefe y empresa, en nada se compromete con la misma.

El individuo precisa estímulos, incentivos y oportunidades. El profesional que trabaja en nuestra empresa necesita, imperiosamente, ser mimado. No solamente es un tema de honorarios, alzarle el sueldo con equidad. Pasa además por lograr con él un amor corporativo, un sentimiento sincero de pertenencia a nuestra empresa. Precisa apoyo, enseñanza y plan de carrera. El empleado tiene sus sueños, y debemos ayudar a cumplirlos. Tiene sus metas, necesidades y anhelos, dejémoslo volar y acompañémoslo si se cae, dándole una mano siempre que la solicite.

El empresario típico debe cambiar su “chip”, debe dar para recibir. Debe aplicar el win-win (en la que los dos ganan) con su gente, puesto que al ganar la empresa todos ganamos. Debe valorar el recurso realmente más valioso con el que cuenta, su equipo!!! Sacrifiquemos márgenes y utilidades invirtiendo en nuestra gente. Consideremos el sueldo una inversión y no un gasto. Paguémosle todos los meses premios por objetivos, bonos anuales. Integrémoslo cada tanto a las reuniones de directorio, a ser parte y aportar desde su óptica. Dejemos los malos hábitos de la verticalidad y trabajemos horizontalmente. Seamos exigentes, pero siempre con respeto.

El mundo ha cambiado, los productos son copiados al instante, la guerra de precios es constante. Por ende, el gran motor diferenciador son las personas, los colaboradores de nuestras organizaciones. Una persona comprometida con nuestra empresa, amante de su camiseta, debe ver que su trabajo es realmente valorado. Un colaborador con alta actitud, optimista y contento (con nuestra ayuda) duplica o triplica la eficiencia.

El cambio debe estar en nosotros, directores, gerentes y propietarios de empresas. Nada se contagia si realmente uno no lo vive, si no amamos lo que hacemos no lograremos enamorar a nuestra gente. Al no mimar a nuestros hijos adoptivos en nuestras empresas, el futuro será incierto.

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