miércoles, 6 de marzo de 2013

Estrategia y Sociedad

La estrategia es el camino que proyecta a la acción para concretarla. Sin la proyección adecuada que demarque el sendero, las iniciativas son como vectores que apuntan en cualquier sentido, sin orientación alguna. En el caso de carecer de estrategia, las fuerzas no tardan en desinflarse. Cuando no se tiene una hoja de ruta, el punto de destino termina siendo el de partida. Les sucede a las personas, pasa lo mismo con las familias, ocurre con las empresas, las naciones también son víctimas de carecer de una estrategia.
 
 
En Paraguay estamos viviendo un periodo muy particular. En época de elecciones presidenciales es de esperar que los aspirantes al Palacio de López proyecten sus visiones de qué hacer. Por lo general, exponen un conjunto de acciones, de iniciativas y proyectos en los diversos ámbitos, apelando al raciocinio y emociones de las personas.
Da la sensación de que son más los puntos de convergencia que de divergencia. Todos los candidatos hablan de lo mismo, en el mismo idioma, dicen que mejorarán la infraestructura, se enfocarán en la educación, generarán empleo, reducirán la pobreza y combatirán la corrupción. Estas propuestas cuentan, desde un tiempo a esta parte, con un amplio consenso de la ciudadanía respecto a los temas que se deben emprender. Ellos están ofreciendo las melodías que la gente quiere escuchar.

El enfoque de los candidatos es en el “qué” hay que hacer, y no en el “cómo” y “cuando” lo va realizar. Pero ese “qué”, tal como lo expuse, es un “qué” de acciones dispersas no un “qué” en mayúscula o estratégico.

Me pregunto, ¿qué partido que pretendemos jugar a nivel regional y global en ésta y la próxima década? ¿En qué ámbitos marcaremos nuestra diferenciación para ganar competitividad a nivel global? ¿Hacia dónde va el mundo, y cómo podremos encajar mejor en el contexto global para sacar mayor provecho? ¿Cuáles son los sectores estrellas de nuestra economía que debemos potenciar?

Si llegamos a formular las preguntas correctas, podremos comenzar a reflexionar de la estrategia a configurar. Pero, resulta que partimos en sentido contrario. Los candidatos ya tienen las respuestas o soluciones que a nosotros nos gustan escuchar.

Al ir en sentido contrario, diseñamos la política industrial sin tener una estrategia país, proponemos medidas comerciales fuera de un marco estratégico, desarrollamos planes educativos divorciados de una orientación que encauce a un fin concreto, implementamos acciones de promoción de inversión extranjera sin saber lo que queremos. De este modo, avanzamos en carriles que apuntan en diversas direcciones, pero que no nos llevan a otro sitial, pues siempre terminamos rezagados.

Supongamos que la estrategia fuese contar con una sociedad verde para posicionarnos a nivel internacional como un país eficiente y competitivo. ¡Qué sencillo resultaría diseñar las políticas! Para la política industrial pondríamos nuestras monedas en el sistema de producción limpia –por citar una acción- que reduzca los desechos que actualmente contaminan nuestras aguas. Los subsidios a las empresas decantarían de forma natural. La educación se orientaría a la ciencia del agua, de los minerales y bosques. Con esta estrategia nos orientaríamos a la reforestación y la generación de energía limpia, capitalizando así el potencial inmenso que tiene nuestro país en estos rubros. La política de turismo, la de atracción de inversión extranjera, la investigación y desarrollo, y las demás políticas encontrarán su norte.

Nuestra sociedad se merece una estrategia. Nuestros candidatos siempre proponen acciones dispersas que solo nos llevan por rumbos inconducentes.
Fuente: José Cantero, LA NACION.